martes, 12 de agosto de 2014

Dama de hierro



Cuando escucho a mamá en mis tardes soleadas, a mis tías, a mi abuela, a esas personas que me llevan muchos años con plena sabiduría, he escuchado casi siempre hablar de una persona en particular.  Una señora con cabello cano y moñito bajo, bailarina, alegre y ejemplo de seguir. Escucho entonces con atención esos relatos, esas pequeñas historias que la mayoría de veces están en las palabras de mi madre y de mi abuela, como si esa mujer, esa dama de hierro estuviera presente en cada reunión familiar, en cada situación trascendente, y lo es.
Quizás una tiene que ver más cerca, un poco más cerca, para darse cuenta que hay personas que nos marcan para siempre. Si mi bisabuela Julia Elena estaría viva hoy en día no tengo la menor duda que podría ser una esas abuelitas llenas de fe en sí mismas, en el amor, en la paciencia, en la integridad y quizá quien sabe podría hasta ser catalogada como una feminista, porque su fuerza supera niveles físicos y su amor engancha uniones familiares siempre.
Lo sé por la familia de mamá, lo sé porque en cada una de las reuniones familiares cada año, ella, esa señora, esa dama sencilla y natural nos deja esos momentos geniales para compartir hasta hoy. No es ninguna sorpresa, ella lo cultivo, fue tenaz, fue paso a paso, gota a gota logrando el esfuerzo para darle lo mejor que podía a sus ocho hijos, siempre lo mejor. Sonriendo, porque en cada relato de mis tías esta ella, está siempre destacando la mujer bella, paciente, simpática, voluntariosa y llena de fe, llena de amor, para ver  sonreír a sus hijos y su familia pesar de todos los problemas.
No existen los momentos ordinarios. Estoy segura que ella me lo hubiera dicho hoy. Recordarla e imaginármela  sin haberla conocido, me alienta a seguir con los retos. Porque es digno de admiración que una mujer sonría a pesar de que todo el mundo venga sobre ella, mi bisabuela era una guerrera, y esa guerrera nunca dejo de hacer lo que más amaba.
Les enseño a cada de sus nietas a bailar en piso rojo lleno de alegría, enseñándoles que las personas más difíciles de amar son las que más lo necesitan. Enseñándoles que lo que realmente importa es estar presente plenamente en este momento, aquí, ahora. Contagiando su buen humor, a todos los que quisimos conocerla, a todos los que conoció porque esa mujer genial estaría riendo pacíficamente y diciéndote a ti,  sí a ti, que: si pierdes el sentido del humor, estas perdido.
Ella rompió los esquemas la mayoría de veces y donde el hábito es el problema. Cuando caigo en momentos de desesperación y no sé qué hacer, lo único que se me ocurre es salir a caminar escuchando música, no busco sentirme bien ni peor de lo que estaba, solo camino y recuerdo inconscientemente que me da ganas de tener su fortaleza. Cuando pienso que lo peor está por venir, solo me relajo, me fijo en detalles que me mantienen a salvo e imagino una sonrisa suya, me alienta recordarla porque aunque no esté aquí, sé que el truco no está en ser diferente o completamente igual al resto, solo se trata de autenticidad, ser tú, dejar que las cosas fluyan y vayan de a pocos, mi bisabuela era un mujer genial, cuando alguna vez escucho una de los consejos de mi abuela, recuerdo que en sus palabras esa dama de hierro es trascendente en actos, en palabras y por ser quien es.