lunes, 25 de septiembre de 2017

Viajar de noche





“Siempre puedo ir allá cuando quiera.
 Donde hay que resolver las cosas es dentro de uno mismo, no importa dónde se éste. 
Y eso lo estás haciendo aquí muy bien. “
Islas a la deriva, Ernest Hemingway

Un cuarto para las once de la noche. Sofía está en un avión, a su lado no hay pasajeros. Es casi media noche y tiene frió, trata de acomodarse para descansar un poco pero no puede y escucha música suave. Mientras el avión despega, se siente más frágil, más mortal. Observa por la ventana. Mira la inmensidad de la noche. Escucha algunas canciones que le recuerdan su adolescencia, observa con curiosidad las luces de su ciudad y busca entre la gente, a alguien que no aparecerá en un buen tiempo.

Ahora tiene 23 años y hace más de un año que no lee ningún libro que le interese, eso le preocupa. A Federico, su chico, le gusta seleccionar cierto tipo de lecturas para ella, está cansada de sus números, de sus borracheras alocadas, de las mismas palabras,  y empieza a odiar la forma que tiene de comer y ensuciar la alfombra de su sala.

Se deja caer el cabello largo por la espalada. Luego lo sujeta en una cola y piensa “debería empezar a sacar la novela de Murakami que tengo en mi cartera”, pero no puede. Hoy tiene los ojos hinchados por las noches de insomnio que la atacaron la semana pasada. Sofía  piensa en su chico y la forma en cómo se conocieron, él al principio era notable y sencillo. De modo que llega a la conclusión que ellos eran muy buenos amigos. Sin embargo, la mayoría de situaciones no andaban bien y han terminado en silencios incómodos.

Cinco para las once. El piloto anuncia: próximos a despegar, y mientras el avión se aleja de esa ciudad. Sofía, por fin puede respirar.  El avión vuela más alto he imagina que en algún lugar ella podrá ser feliz, con sus vinos y su computadora escribiendo. La verdad es que Sofia siente odio y pena a su chico, y sabe que estar en ese avión es el punto de partido para buenas cosas.
Quizás hay algo de ansiedad en ella esa noche. Se pregunta porque Federico y ella no sé llevan bien, de donde viene todo eso, porque se soportan, porque siguen en el mismo agujero negro, y ninguno de los dos se atreve a terminar con ello. Al final, tantos años de relación y todo se va a la mierda.

Sofía solo quiere escribir desde hace mucho tiempo. Y creé que es el momento indicado para soltar. El nunca podrá entender las razones por las cuales ella quiere ser escritora, y ella nunca entenderá porque su ciencia lo  hace a él más gris. Así que ahí lo supo, repara que de una vez por todas tiene que actuar. Sabe que ha perdido su sendero pero puede comenzar de nuevo. Es más: es  el lugar perfecto para volver a empezar.

Respira. Saca una libreta. Escribe: las cosas que debo mejorar y elabora un plan a corto plazo.
El piloto anuncia: tripulación en quince minutos estaremos aterrizando a la ciudad de Lima, disfruten el vuelo. Es Octubre. Sofía sabe lo que tiene que hacer. Ella es su nueva novia. Sabe que en algunos meses viajará muy lejos. Sabe que hay solo una vida y quiere nombrarla con varias novelas y cuentos. Primero va bajar del avión, va a sentir la humedad de esa ciudad en su rostro, va a tener los ojos bien abiertos para no olvidar de donde viene y a donde va.

Terminará su tesis en un mes, dividirá su tiempo entre trabajar y leer, y ahorrará todo el dinero que pueda, está creando un plan para sobrevivir a lo que se viene porque su camino le reclama fuerza y no fragilidad. Ser ella. Por eso está en ese avión, porque necesita terminar bien lo que se prometió un día, pues hay una parte de esa mujer que intuye que ese sendero, el que aún descifra,  tiene otro tipo de luz, otro tipo de destellos.

El avión aterriza y no pasa mucho tiempo hasta que su celular timbra con dos mensajes. Respira hondo y sabe que hoy se lo dirá, ya no puede estar con él. Quizás algo se rompió en ellos hace mucho tiempo. Por muy alocado que parezca, para Sofía es uno de los mejores días que ha tenido, sabe que nunca más lo volverá a ver. Es mejor que ella agarrará la maleta.

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domingo, 5 de marzo de 2017

Lo que toca hacer




“Things aren't easy
So just you believe me now
Don't learn the hard way
Just let me show you how…”
Hear Me Now -Alok, Bruno Martini

Olivia está por cumplir 24, hace casi un año que acabo la universidad, y ya. Ya está. Podría ser optimista al respecto y decir “ok,  voy a enfocarme y dedicarme a mi profesión y todo irá bien”, pero Olivia sabe que no se contenta con eso, por eso a medida que pasa cada año va descubriendo muchas habilidades que no sabía que tenía, como tomar fotos, escribir novelas, columnas en revistas, hacer su tesis de psicología y convertir a aquellos estudiantes en estrellas de rock darles la fortaleza para creer en ellos mismos.

Pasa las noches tejiendo la novela que cree que la hará escritora. Olivia tiene un sueño, y cree a toda costa que este se hará realidad, porque es terca y le pone mucho de su tiempo todos los días. Sabe que no es fácil, sabe que tiene que conseguir dinero para atender sus necesidades, sabe que es difícil ser escritora en el Perú, sabe que sus amigos cercanos se han enterado que lo suyo es las letras y la apoyan, sabe que tiene que terminar para este año la novela porque esa historia merece que la lean todos,  sabe que si fracasa lo volverá a intentar cinco o diez veces más pero no se rendirá rápido.
Olivia se inventa nombres cuando va a las discotecas de su ciudad, porque simplemente no le gusta dar su nombre así de fácil, mientras todos sus amigos bailan al amanecer ella prefiere observar su estrella y acordarse que tiene que terminar su novela. La mayoría de chicos que sacan a bailar a Olivia son menores que ella, quizás porque su rostro aparenta el de una chica de 18. A Olivia le gusta el mar, le gusta observar los pequeños detalles como sentír la brisa del mar, mirar el sunset acompañado de un vinito, escuchar música y jugar con la arena.

A la edad de Olivia el propósito parece ser predecible: encontrar estabilidad económica y crecimiento profesional. Lo cual no resulta ser malo, sino bueno. Sin embargo Olivia no entiende porque tiene tantas ganas de escribir y porque siente intereses tan distintos a los de sus amigos o personas que conoce. Le lleva un tiempo entender que todo lo que hace es por una razón todo lo que organiza es porque algún día vera los resultados y todo lo que siente aquella “sen-si-bi-li-dad”  no tiene que ser por nada, que quizás solo quizás algún día podrá aportar algo al mundo en el que vive y que su novela si valió la pena.

De alguna manera Olivia es Olivia, y así como cada persona es única en este mundo tan grande, lo que hace diferente a Olivia es sus ganas de querer hacer realidad sus sueños. No de la nada en febrero se da cuenta que si puede ser escritora porque no puede ser psicóloga, que quizás ahí este el verdadero reto.

El punto es que ella no es tan original como pensé, es la versión que elige de sí misma. Y sus sueños como el de otro puede ser músico o empresario, tienen el mismo peso como el de cualquier otra persona. Olivia se siente tranquila y le sorprende como algunas personas todavía creen en ella.

Así que Olivia hace un plan el cual implica vivir un día a la vez, tener una agenda y marcar el día que sustentará su tesis de psicología y marcar el día que entregará su novela a la editorial. Recuerda como día a día su computadora y ella saben la historia que escribe y eso la hace sentir orgullosa. Lo que suceda después, sucederá.

Pone primera a su auto negro, y sigue feliz.