martes, 23 de diciembre de 2014

Ecco de una mañana de graduación




Verano 2010  exactamente 1 de enero, año nuevo, nuevo comienzo, en una playa cercana de Arequipa, descalza caminando por la orilla del mar, con un vestido corto blanco y algunos rulos en mis cabellos esponjados por la temporada.  Las pequeñas partículas de agua salada que salpicaban en mis pómulos. Con 17 años y con temblorcitos en las manos queriendo germinar decisiones propias de la edad, una de ellas: estudiar o no con una carrera que según yo en ese tiempo le robaba el tiempo a mis ganas de escribir y lo que llamaba mi “cono de helado” y me hacía feliz. Muchachita terca, amiguita de las novelas negras, chiquita dormilona en las clases del colegio, hijita desafiante, chica tranquila, señorita flaquita. Apodos, etiquetas, nombres.  Etapas.

Ahora mismo son las 7:35 de la noche, es 21 de Diciembre 2014,  ya no existen los apodos, nombres o quizás sí, pero hace algunos meses que no tardaron en olvidarse e irse con el viento para la chica que escribe esta columna. Los tiempos son como una simple hoja de papel que se deja llevar por el viento casi siempre moviéndose. Hace dos días acabo de asistir mi ceremonia de graduación vestida y arreglada para la ocasión con una toga y sombrerito popular del graduado. Quizás al momento de entrar a la ceremonia y zapatear con unos divertidos tacos negros supe que todo lo que está hecho simplemente esta hecho, las cosas pasaron y no debieron suceder de otra manera. Ver a mis compañeros sonriéndose y abrazándose de alguna manera me hizo recordar como entramos todos hace cinco años a la universidad, con curiosidad, responsabilidad, risas de aún chiquillos zalameros, con zapatillas, cabellos largos, modas de ese tiempo, y con ganas siempre de aprender.

Primera entrada, primer acto (como mi profesora lo dice la vida también es una puesta en escena) nosotros entramos, los asistentes curiosos nos buscan con las miradas, nos sentamos y como en un saludo muy formal nos sentamos en los asientos todos a la vez, yo estoy buscando con la mirada a esos seres que querré por siempre, a ese chico que me hace sentir la chica más feliz, de pronto los protocoles siguen, mis compañeros dan su discurso yo con el cuello torcido por el orden de los asientos me dispongo a ver con total entusiasmo como uno a uno dan a conocer sus sentimientos.

Segundo acto, es hora de escuchar mi nombre, quiero no tropezar, quiero que las piernas me dejen de temblar un poco, quiero dejar de hacer muecas raras y ponerme tranquila, pero es casi imposible, esto es demasiado real, yo estoy acabando la universidad. Respira y con calma me digo para mí misma, cuando vuelvo a respirar un poco más, escucho mi nombre completo, es hora de subir, es hora de dar gracias, la hora indica en el reloj que es hora de acabar una etapa y dar ante todo gracias. Me dispongo a hacer saber la gratitud sincera al señor rector, le escucho decir mi nombre y de inmediato le digo: gracias, gracias por todo su apoyo.

Tercer acto, casi se acaba todo. Momento de sacarse los sombreritos negros, nos es necesario más palabras, el momento habla por sí solo, los sombreros salen volando de nuestras cabezas y salen a liberarse en el cielo que es despejado. A volar y a donde quieran caer. A seguir soñando y lograr lo que era para ti imposible. Lentamente es el momento, el segundo llego, los bailes universitarios, las amanecidas, las practicas, el cebichito de todos los días, el día de exámenes finales, las exposiciones, el baile a media clase, la broma del profe, y las risas de lo que fuimos alguna vez: universitarios, ha terminado. Fin de escena.
Antes  y esta vez yo sí tendría que decir algo quizás como manera de despedida o quizás de bienvenida, gracias a todos mis profesores de psicología, a cada una de las autoridades de la universidad por creer en mí y ayudarme a hacer posible uno de mis sueños publicar mi primera novela y mucho más por creer en mí, a esta muchachita terca que les estará agradecida siempre. Gracias por darme la valentía de creer en mi misma,  por ayudarme a ser constante y a descubrir en mi las virtudes que no pensé tener. Gracias cato, gracias por todo. Nos veremos pronto, yo sé que sí.


miércoles, 3 de diciembre de 2014

La magia está ahí


 
La noche está llegando, el sol se oculta, los paisajes del patio trasero de mi casa se van iluminando con unos colores especiales, los veo a través de mi ventana, hay canciones tranquilas en el reproductor, los carros que se ven a la distancia leventemente van desapareciendo, y el sol se va despidiendo una vez más, ella llega a almorzar algo tarde, él decidí prender la televisión, yo con algunas gotas de agua por mi frente me pongo a observar la tarde o lo que queda de ella, a veces pienso que algunas circunstancias de la vida son así, las buenas oportunidades se van un tiempo, y otras aparecen en un mejor tiempo, mis labios se mojan un poco con el jugo de naranja que encontré en la refrigeradora casi vacía, las miradas desaparecen de pronto con un adiós, estoy sola en casa.
Hay tiempo para seguir observando lo que queda de la tarde, y el sol que parece una media naranja brilla más fuerte, y su intensidad va esparciéndose en el cielo, hay imágenes que me asaltan, palabras, risas, y algunos recuerdos de aquellos años en los que era más joven, y pienso en este año, desde enero hasta este mes, acercándose la navidad, encontrando lo que está guardado aquí adentro, veo a mi mamá corriendo por la playa y jugando a la pesca con toda la familia, veo a mi papá con una sonrisa de tranquilidad después de salir bien de su operación de la pierna, veo a mi hermano menor cada vez alejándose de la niñez y entrando a ese mundo tan complicado que es la adolescencia, hay algo que no cambia, la casa, el ambiente que tiene, hay cosas que se remodelan, cosas nuevas y cosas que se van, pero ciertamente el ambiente sigue siendo el mismo, es mi hogar.
Pienso en los viajes que he hecho durante todo el año, sé que mi segunda pasión es viajar, antes que un bolso prefiero un viaje, no hay algo más exquisito para mí que conocer otras realidades, veo a “L” en mi cabeza y veo su sonrisa cálida y casi que puedo sentir sus abrazos, veo los días en mi cuarto antes de publicar la novela, jalándome los cabellos y respirando para que todo salga bien, veo el día de Agosto, veo mis caminatas por la noche, los aviones, la universidad, los exámenes de fase, es curioso que en un minuto tanto pueda invadir y aparecer en la cabeza de una.
Falta un mes para que acabe el año, las cosas desprevenidas son las mejores que han pasado, hay otras en las que la miseria ha terminado y la calidad está en las nuevas.  Hay tiempos que terminan y otros que comienzan, eso lo sabemos, lo que suaviza lo inevitable es la forma, la primavera, la magia de los niños riéndose, esos pequeños momentos en lo que las modas y lo banal nunca podrá alcanzar, llegar también a hoyos profundos de análisis y ambientes tranquilos es exquisito, quizás solo algunos lo entendamos, algunas estamos hechas para estar en casa tranquilas viendo una película y desechando la fiesta con las fotos azules, es cuestión de ser y no ser.
 
Ya es de noche, ya no hay sol, no hay más colores deslizándose en el cielo, ya no se ven los colores del paisaje. Hay estrellas, hay pequeñas brisas que hacen sentir que son nuevos comienzos como los de casa, que siempre será mi hogar.
Quizás eso es mi regalo de navidad, tener a mi familia cerca, a “L” sonriendo, a mis amigos,  al hogar, al dulce hogar, a la candidez de tener un jugo de naranja y sonreírme para misma, esa sencillez única y tan confortable, hace que despierte y vea la hora, salgo y ahí está: es la vida.
 
 

 

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Destellos de Octubre




Es verdad,  Ernest  <<Papa>> Hemingway  me acompaño en el tren a Aguas Calientes,  con cada una de sus líneas, es como sí el estuviera ahí sin estarlo. Yo saco la novela de mi bolso, la abrazo con mis dedos, toco la textura de las páginas. Thomas Hudson también está ahí sin estarlo. Minuto 3:09 de All I need – Radiohead, suena en mi cabeza. El libro, Thomas, el tren, los asientos, las montañas, una especie de éxtasis  mirando por la ventana, la mariposa mostaza que se queda y parece que también va con nosotros. L está a mi lado, me da un beso en la mejilla, veo sus ojos color café hay algo que no sé definirlo con palabras, me basta decir que es la quietud, la luz del sol que lo abriga, el saber y no saber porque estamos ahí, los cómplices y amigos de un camino que no conocemos. Miro tranquilamente las montañas, las líneas del tren, y me es inevitable no pensar que quizás todos estamos destinados a un destino único, donde la vida nos cuestiona y hurga en nuestros sueños más profundos.
Esa es la maravilla y la maldición de perderse en los pensamientos luego despertar y encontrarnos en nuestros asientos, donde no hay nadie al frente, viendo  como uno a uno los pasajeros entran al vagón A, y por un minuto las puertas ya empiezan a cerrarse, las oigo desde lejos, el tren empieza a dar unos pequeños movimientos, como si nos hiciera bailar un vals lento y seguro, de a pocos, lento a paso lento, un hombre se sienta al frente nuestro, parece cansado del mismo recorrido, y hablando tres idiomas distintos en menos de cinco minutos, nos sonríe y luego de dar sus palabras de introducción a un grupo de turistas, se sienta pasivamente en su asiento, normalmente cuanto es lo que se demora el tren para llegar Aguas Calientes le pregunto, una hora y cuarenta y cinco minutos no más, me dice, toma su gorro, se cubre los ojos y hace la siesta.
Tomo mi cámara, hago fotos de lo que veo, siento que esa tranquilidad de llevarme a un lugar exquisitamente increíble me hará soñar y gritar en silencio que ese, mi infinito puede ser un poco más maravilloso, regalarme lo que necesito, el olvido para poder reír, dejarme llevar por la marea, dejar de pensar tanto en el verano y el adiós largo a Perú, pero cuando se quiere olvidar y no sé puede reír queda llorar en silencio, yo preferí reír con L, soñando que nuestro infinito puede ser real,  que esos árboles rebeldes que vemos en el camino podemos domesticarlos y  pueden ser parte de nosotros, y mientras nuestro tren avanza podemos dejar de tener miedo al simulacro del próximo año, él irse, yo quedarme, yo irme y el quedarse, más.

Estoy tomando una infusión de manzanilla y  veo que el camino se pone más maravilloso, el río que por lugares  es salvaje y tranquilo, casas lejanas como sin sus habitantes quisieran retirarse de toda civilización conocida de nuestro mundo moderno, gente que nos saluda y pesca en el río salvaje, una bandera flameando en lo alto, unas montañas que cada vez se ponen más grandes, los caballos que corren libres y casi riendo, el sol que se oculta y da paso a la neblina, el destino único, Thomas Hudson que me invita a pasar a su mundo, conversaciones largas e intercambio de pensamientos con L, el largo camino que pasamos, las risas, las fotos, el viaje, mi isla a la deriva que tendré pronto, quizás más pronto de lo que imagino, el beso largo y la canción que está en mi cabeza, wait, sus ojos y la estrella que está en la noche y queremos conocer, las hojas de los árboles que se mueven con el viento, el aire puro, las palabras de bienvenida, una pausa, se detiene el tren, no hace falta más en nuestra magia, pero yo sí tendría que decir algo, lo que siento, y que quizá él no sabe, los pasajeros cosmopolitas bajan, nos quedamos últimos, mi corazón late rápido, antes de bajar veo las montañas, siento el aire, los árboles en todo su esplendor, no hace falta más, pero tampoco debo callar, otra pausa más, el libro en mis manos, el sombrero verde  y mis cabellos volando, la chica de las frases, los aretes dorados que cuando chocan parecen dos campanitas, no hay que callar, soy feliz, encontremos la estrella le digo. Taylor como así la llamamos, nos espera viendo la noche, ella es única. El amor es este, juntos, unidos, pasa, yo lo abrazo y  cito a Rodrigo Fresán: como una isla en el mar. Sin más peces ni submarinos que perseguir. Y a la deriva.   
 

martes, 2 de septiembre de 2014

¿Estás ahí?




Sería más que divertido que me vieras corriendo como lo hago ahora, corriendo más rápido de lo que alguna vez corrí, deslizándome como un gusanito para correr entre la gente que pasa y pasa.  No te imaginas como me siento ahora, me siento inquieta, feliz, mi corazón nunca ha latido tanto por algo en especial. En el playlist de mi iPod que anda en modo aleatorio ha tocado una canción que me lleva a una situación increíble, no te diré la canción, solo quiero que imagines que estoy viendo el cielo, que en la inmensidad de la noche, estoy respirando más agitada y que mi corazón palpita más rápido que nunca. Quiero que sepas que estoy feliz desde donde estoy ahora, en un parque cerca a mi casa. Estoy sola mirando las estrellas. Contemplando la inmensidad de la noche. En mi mente hay una serie de imágenes que revolotean mi corazón, por eso prefiero estar sola esta noche. Prefiero guardarme algunas lágrimas para mi ¿me entiendes? Es como algo personal que hago conmigo misma, prefiero por eso contarte.

Lo que hay ahora es un trayecto el cual no puedo dejar de pensar, personas que me han ayudado, huracanes oportunos, mis mejores amigos y yo jugando cartas en verano. Más. Más. Más cosas que se me pasan como estrellas fugases. Caminatas intensas. Terquedad absoluta. Amor a la literatura.  ¿Puedo imaginar donde estas ahora? Discúlpame si improviso. Yo te imagino tranquilo y tranquila,  tocándote el corazón con cada una de esas palabras que he escrito en mi primera novela. Que mientras avanzan las hojas, y llegues al final, sientas que como yo sentí al escribirla tu corazón palpita más rápido, tu imaginación vuela a la estación de tren y sientas como tu corazón, tus manos, tus ojos, tu mente vuela más alto.

Ahora me he levanto de donde estoy, y me he puesto a correr otra vez, la gente empieza a mirarme, alguien me detiene y me dice si estoy bien, contesto rápido y le digo: estoy feliz. Ríen hay risas. Y Mientras mis cabellos se enredan con mis audífonos corro más rápido olvidándome de todo. Veo las estrellas que adornan mi noche. Es como si estuviera manejando un coche a toda velocidad. ¿Has sentido alguna vez algo parecido? Por primera vez en mi vida siento algo como esto, es como si este momento, este preciso momento mi corazón estallase y no sé muy bien porque. Mis ojos únicamente se concentran en la calle. Quiero creer encontrarte a la vuelta de la esquina.Te podría decir también que la vida consiste en vivir el momento, sintiendo cada cosa intensamente, que después de cada situación fea, triste, bonita, alegre, genial, desafortunada, aburrida, estupenda, tonta, tediosa, dulce, encantadora, complicada, esperanzada, única, simple y más… más… debes saber que siempre existe el cielo para creer.

No sé qué vaya a pasar después, la verdad no tengo la menor idea,  llevo más de 15 minutos corriendo a toda prisa. Mi corazón está a punto de explotar y quiero creer que te encontrare a la vuelta de la esquina. Pero sé muy bien que eso no va a pasar. La vida es así. Pero sabes, estoy sonriendo porque no sé si lo que veo en el cielo me está dando la oportunidad de creer, crear y sentir que soy completamente dueña de mis palabras. Quiero que sepas que donde este, lo que pase, lo que está pasando, tu sientas que eres dueño y dueña de tu vida. 
Y que la sonrisa que está dibujándose en mi rostro nunca la olvidare. Me detengo. Tiempo. Hoy el cielo también es real.

Nos vemos pronto.
  

martes, 12 de agosto de 2014

Dama de hierro



Cuando escucho a mamá en mis tardes soleadas, a mis tías, a mi abuela, a esas personas que me llevan muchos años con plena sabiduría, he escuchado casi siempre hablar de una persona en particular.  Una señora con cabello cano y moñito bajo, bailarina, alegre y ejemplo de seguir. Escucho entonces con atención esos relatos, esas pequeñas historias que la mayoría de veces están en las palabras de mi madre y de mi abuela, como si esa mujer, esa dama de hierro estuviera presente en cada reunión familiar, en cada situación trascendente, y lo es.
Quizás una tiene que ver más cerca, un poco más cerca, para darse cuenta que hay personas que nos marcan para siempre. Si mi bisabuela Julia Elena estaría viva hoy en día no tengo la menor duda que podría ser una esas abuelitas llenas de fe en sí mismas, en el amor, en la paciencia, en la integridad y quizá quien sabe podría hasta ser catalogada como una feminista, porque su fuerza supera niveles físicos y su amor engancha uniones familiares siempre.
Lo sé por la familia de mamá, lo sé porque en cada una de las reuniones familiares cada año, ella, esa señora, esa dama sencilla y natural nos deja esos momentos geniales para compartir hasta hoy. No es ninguna sorpresa, ella lo cultivo, fue tenaz, fue paso a paso, gota a gota logrando el esfuerzo para darle lo mejor que podía a sus ocho hijos, siempre lo mejor. Sonriendo, porque en cada relato de mis tías esta ella, está siempre destacando la mujer bella, paciente, simpática, voluntariosa y llena de fe, llena de amor, para ver  sonreír a sus hijos y su familia pesar de todos los problemas.
No existen los momentos ordinarios. Estoy segura que ella me lo hubiera dicho hoy. Recordarla e imaginármela  sin haberla conocido, me alienta a seguir con los retos. Porque es digno de admiración que una mujer sonría a pesar de que todo el mundo venga sobre ella, mi bisabuela era una guerrera, y esa guerrera nunca dejo de hacer lo que más amaba.
Les enseño a cada de sus nietas a bailar en piso rojo lleno de alegría, enseñándoles que las personas más difíciles de amar son las que más lo necesitan. Enseñándoles que lo que realmente importa es estar presente plenamente en este momento, aquí, ahora. Contagiando su buen humor, a todos los que quisimos conocerla, a todos los que conoció porque esa mujer genial estaría riendo pacíficamente y diciéndote a ti,  sí a ti, que: si pierdes el sentido del humor, estas perdido.
Ella rompió los esquemas la mayoría de veces y donde el hábito es el problema. Cuando caigo en momentos de desesperación y no sé qué hacer, lo único que se me ocurre es salir a caminar escuchando música, no busco sentirme bien ni peor de lo que estaba, solo camino y recuerdo inconscientemente que me da ganas de tener su fortaleza. Cuando pienso que lo peor está por venir, solo me relajo, me fijo en detalles que me mantienen a salvo e imagino una sonrisa suya, me alienta recordarla porque aunque no esté aquí, sé que el truco no está en ser diferente o completamente igual al resto, solo se trata de autenticidad, ser tú, dejar que las cosas fluyan y vayan de a pocos, mi bisabuela era un mujer genial, cuando alguna vez escucho una de los consejos de mi abuela, recuerdo que en sus palabras esa dama de hierro es trascendente en actos, en palabras y por ser quien es.

    

viernes, 30 de mayo de 2014

Correr como el viento





El penúltimo sábado de mayo vi a una muchacha de cabellos largos corriendo desesperadamente en el parque cerca de donde vivo, su vestimenta era casual por lo cual deduje que no se trataba de alguna rutina de ejercicios por la noche, las lágrimas caían una y una y otra vez por su rostro. Ella estaba como tratando de huir de algo, corriendo desesperadamente entre la maraña de autos estacionados, personas jugando básquet y chicas saliendo en grupo. Era la primera vez que veía correr a una chica elegante. Por momentos yo ahí sentada en el pasto me puse a observar como esa chica corría tratando de salir o entrar en un lugar que ella solo sabe. Sucesivamente se perdió de mi vista  y no pude lograr ver a donde realmente quería llegar.

Recordé entonces aquellas épocas donde muchos y muchas nos hemos sentido en peligro, donde correr y solo correr de muchas maneras solo funciona, como si todas las dolencias se sanaran como si el fuego de la desesperación se apagase corriendo, solo corriendo. Me inquieta saber qué habría pasado por su mente para correr desesperadamente. Entonces ahora sé que si ella si se hubiera detenido y su respiración estuviese agitada y su cabeza estuviera llena de pensamientos que la obligan a salir o entrar a un lugar, me hubiera acercado a ella, dándole solo un abrazo, porque reconozco que nadie está solo y nadie es una isla. Que solo tiene que abrir la mente y dejar que las cosas vayan a su ritmo. Que haya tenido el problema que haya tenido si pierde el sentido del humor, está perdida. Que no hay momentos ordinarios en la vida. Diciéndole que el hábito es el problema, y que  todo lo que necesita es tomar consciencia de sus elecciones… y responsabilizarse por sus acciones.

Que confié en sí misma, que no se trata siempre de proyectos, metas y objetivos, que la belleza es disfrutar del recorrido, estar conscientes de cada respiración, si ella se detiene dejamos de existir… Porque la vida es está y nos regala momentos imborrables siempre.

Probablemente ella me hubiera dicho que no comprendo nada de lo que le sucede y que se pasaría toda la noche contándome su larga historia, no lo sé, pero hubiera sido de una manera amable ayudar a alguien que se siente en peligro y que corre desesperadamente por las calles llorando. Le diría por último que también reconozco esos sentimientos y esa actitud en una persona, en mi misma, y por más que se sienta sola y ajena a todo lo demás, siempre necesita observar que hay una filosofía adecuada para estar a salvo, para vivir en el aquí y en el ahora sin ser totalmente hedonista y nihilista. Que sonría, porque  hasta en los peores momentos hay algún tipo de belleza, porque está viviendo.


Porque la perfección esta en esas pequeñas idiosincrasias que solo ella conoce y que aunque quizá no sabe aún el secreto y que no lo conoce, debe saber que ella es una mujer. 



domingo, 18 de mayo de 2014

La vitalidad de recordar.


Las mañanas son soleadas cuando nuestros recuerdos  no son solo una estrella fugaz que pasa y se queda atascada en nuestros días, sino por lo contrario, es una motivación para ser cada día mejores. En el año 2010 un buen grupo de muchachos y muchachas nos encontramos en un ambiente nuevo, rodeados por ese ambiente que  tanto pronunciamos: universidad, compartiendo de alguna u otra manera expectativas para ser grandes profesionales, cultivando nuestros aprendizajes diarios con conocimientos que nuestros profesores nos proporcionan a diario. Ha pasado tiempo desde entonces,  y ahora estamos en camino de lograr lo siguiente: sueños, metas, estudios, vivencias y vida. Continuando por ese largo camino que consiste en aprendizajes diarios, en seguir y no desmayar por cada uno de nuestros sueños.

Los días entonces se vuelven más atractivos,  ya que estudiar Psicología, es una carrera que nos hace más humanos, más empáticos, más simpáticos, más pacientes y nos hace mirar situaciones de cerca, un poco de cerca.  Las enseñanzas y el compañerismo no solo nos hacen compañeros de carpeta y más adelante colegas, sino también amigos, con los cuales podemos compartir ideas, anécdotas, recuerdos. Tolstoi decía: Es más fácil escribir diez volúmenes de principios filosóficos que poner en práctica uno solo de sus principios. Nosotros lo hemos visto en cada una de nuestras prácticas y estudios, porque en una de las conclusiones esta que: uno dice  más con los hechos que con las palabras. Ayudar entonces significa mucho más de lo que creemos, solo tenemos que ver un poco más de cerca.

Cada momento que pasamos juntos, no solo forma parte de esa estrella fugaz sino también de un valioso y autentico recuerdo, un momento imborrable. Hay luces, hay decisiones, hay estudios más adelante, hay viajes, hay sueños y metas por cumplir y sobretodo amistad. Gracias chicos de quinto año porque en lo personal,  he compartido momentos imborrables como los de hoy y como los de antes, que hacen que se forme una sutil sonrisa y crea profundamente que el tiempo que hemos pasado juntos y el de cada uno de las promociones de la universidad,  es genial y nos llevara a cosas geniales y a momentos imborrables.



sábado, 12 de abril de 2014

Te puede suceder hoy





Renato es un muchacho de diecinueve años poco convencional, aficionado al deporte de aventura, lector voraz, sencillo y apasionado por hacer dibujitos a todas horas.  Lleva puesta una camiseta negra, unos jeans azules y unas zapatillas converse azules.  Su cabello es rubio y sus ojos son tan azules que cuando sale de día necesita llevar puestos unos lentes negros. Camina lentamente por los pabellones de la universidad acomodando de vez en cuando su mochila, las muchachas mayores o menores voltean sutilmente cuando él pasa por su lado, Renato llama la atención de las chicas e inclusive de los muchachos, es oportunamente simpático, su seriedad natural es permanente cuando saluda a todos sus amigos,  se va rápido de clases, estudia lo necesario, hace lo necesario, nunca más nunca menos, es alumno promedio. Se sienta en la parte de final del salón de clases, se saca sus lentes y con una de sus manos se rasca los ojos como si recién se despertara de una larga y reparadora siesta. Hay algo en su mirada que dice más que su perfección física, algo de un mortal y simple humano, de vacío y tristeza para un muchacho de su edad. Escucha atentamente la clase del nuevo profesor de bigote y en el receso una chica de cabellos largos y de vestimenta inquietante se acerca a él pidiéndole si le puede prestar un lápiz y si le puede prestar el libro original del profesor de bigote. Renato la mira y le frunce el ceño de una manera burlona diciéndole: claro, toma aquí está, me lo das mañana. Se levanta de la carpeta y coge su mochila. Renato se va apresurado sin que nada que le importase y camina apresurado hacia la puerta. Esta exhausto emocionalmente. Renato camina apresurado y casi corriendo por la universidad, su respiración es agitada, se siente raro, le da ganas de irse a casa, solo de ir a casa, desea encontrar esa carta, volverse loco en el intento o no hacer nada, la idea de encontrar esa preciada hoja de papel se convierte en algo más que una salvación para  él. Entonces pasa, las coincidencias de la vida. Una muchacha con audífonos canta desprevenida, Renato necesita salir de la universidad, avanzan rápido, no se dan cuenta de la vuelta y de los choques permanentes que hay en esa curva donde la mayoría de gente que pasa se da codazos y se dicen sorry. Renato pasa y da un codazo tan fuerte a la muchacha desprevenida con audífonos que escucha rápidamente un: aaaaaauuuuuu que te pasa, ¿no te das cuenta que hay que ser más cuidadoso? . No se da cuenta que es Carolina, ella recoge el iPod del suelo y verifica la pantalla. Renato voltea rápido, está molesto y angustiado. Mientras él trata de ver si ella está bien, Carolina levanta el rostro para ver quién es el distraído que se cree el dueño de los pabellones de la universidad, y Renato a punto de responderle, se queda quieto y por unos segundos solo por unos segundos el rostro de esa muchacha también distraída lo ha hipnotizado, sin maquillaje, natural, desprevenida, y con algunos de sus cabellos enredados con el cierre de su bolso.  Carolina reniega y empieza a hablar sola. Suspira tirada en el suelo y cierra levemente los ojos como deseando que ese episodio no hubiera sucedido. Renato coge su mano y la ayuda a levantarse. Algo en el rostro de esa muchacha natural ha llamado su atención, siente que la conoce, que la conoce mucho incluso de antes. Renato piensa en la carta y se da cuenta que tiene al frente a Carolina, su novia de toda la vida. Carolina se queda atónita. Hay una lágrima que cae improvisada y solo se arremete a decir: Siento lo de tu papá, tengo algo que rompiste esa noche y lo tiraste al suelo. Renato lleva a Carolina a una de las bancas, se olvidan del resto de miradas curiosas a su alrededor, le dice: han pasado cuatro meses, no puedo vivir tranquilo sin saber lo que él me quería decir, son palabras y palabras vitales para saber que algo no hice mal. Carolina lo abraza y saca algo de unos de sus cuadernos, está en un sobre muy cuidado y se lo da a sus manos, mientras le dice: no te desaparezcas así, todavía hay personas que te necesitamos.  Renato tiene en sus manos la hoja más preciada, las palabras más importantes y piensa que el destino y las casualidades de la vida son tan bizarros que ya ha recuperado milagrosamente a dos cosas oportunas en su vida. Piensa que a veces los regalos de navidad no solo suceden en diciembre sino que a veces también se dan a plena luz de fines de marzo y que hay alguien más grande que él, que Carolina, que sus padres, alguien más fuerte y más sabio.  Y que simultáneamente puede contarle esta historia a una de sus amigas, una  que escribe en este pequeño espacio, para trasmitir que la vida es única y es ahora o nunca, para creer que la realidad siempre superará a la ficción, para saber que mientras menos lo esperas también hay episodios en nuestras vidas que merecen ser contados no solo con palabras sino atreves de una conversación y siempre sabiendo que alguien nos da una segunda oportunidad para sentir que esa persona que ya se ha ido de nuestras vidas nos puede regalar unas palabras más o algún episodio surrealista como el de mi buen amigo Renato.