Cuando escucho a mamá en mis
tardes soleadas, a mis tías, a mi abuela, a esas personas que me llevan muchos
años con plena sabiduría, he escuchado casi siempre hablar de una persona en
particular. Una señora con cabello cano
y moñito bajo, bailarina, alegre y ejemplo de seguir. Escucho entonces con
atención esos relatos, esas pequeñas historias que la mayoría de veces están en
las palabras de mi madre y de mi abuela, como si esa mujer, esa dama de hierro
estuviera presente en cada reunión familiar, en cada situación trascendente, y
lo es.
Quizás una tiene que ver más
cerca, un poco más cerca, para darse cuenta que hay personas que nos marcan
para siempre. Si mi bisabuela Julia Elena estaría viva hoy en día no tengo la
menor duda que podría ser una esas abuelitas llenas de fe en sí mismas, en el
amor, en la paciencia, en la integridad y quizá quien sabe podría hasta ser
catalogada como una feminista, porque su fuerza supera niveles físicos y su
amor engancha uniones familiares siempre.
Lo sé por la familia de mamá, lo
sé porque en cada una de las reuniones familiares cada año, ella, esa señora,
esa dama sencilla y natural nos deja esos momentos geniales para compartir
hasta hoy. No es ninguna sorpresa, ella lo cultivo, fue tenaz, fue paso a paso,
gota a gota logrando el esfuerzo para darle lo mejor que podía a sus ocho
hijos, siempre lo mejor. Sonriendo, porque en cada relato de mis tías esta
ella, está siempre destacando la mujer bella, paciente, simpática, voluntariosa
y llena de fe, llena de amor, para ver
sonreír a sus hijos y su familia pesar de todos los problemas.
No existen los momentos ordinarios.
Estoy segura que ella me lo hubiera dicho hoy. Recordarla e imaginármela sin haberla conocido, me alienta a seguir con
los retos. Porque es digno de admiración que una mujer sonría a pesar de que
todo el mundo venga sobre ella, mi bisabuela era una guerrera, y esa guerrera
nunca dejo de hacer lo que más amaba.
Les enseño a cada de sus nietas a
bailar en piso rojo lleno de alegría, enseñándoles que las personas más
difíciles de amar son las que más lo necesitan. Enseñándoles que lo que
realmente importa es estar presente plenamente en este momento, aquí, ahora. Contagiando
su buen humor, a todos los que quisimos conocerla, a todos los que conoció
porque esa mujer genial estaría riendo pacíficamente y diciéndote a ti, sí a ti, que: si pierdes el sentido del humor,
estas perdido.
Ella rompió los esquemas la
mayoría de veces y donde el hábito es el problema. Cuando caigo en momentos de desesperación
y no sé qué hacer, lo único que se me ocurre es salir a caminar escuchando
música, no busco sentirme bien ni peor de lo que estaba, solo camino y recuerdo
inconscientemente que me da ganas de tener su fortaleza. Cuando pienso que lo
peor está por venir, solo me relajo, me fijo en detalles que me mantienen a
salvo e imagino una sonrisa suya, me alienta recordarla porque aunque no esté
aquí, sé que el truco no está en ser diferente o completamente igual al resto,
solo se trata de autenticidad, ser tú, dejar que las cosas fluyan y vayan de a
pocos, mi bisabuela era un mujer genial, cuando alguna vez escucho una de los
consejos de mi abuela, recuerdo que en sus palabras esa dama de hierro es
trascendente en actos, en palabras y por ser quien es.
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