Eres
así, te gusta escuchar música tranquila cuando caminas. Bañarte una hora y
sentir el agua por tus manos, estirándolas, viendo como las yemas de tus dedos
se arrugan y te haces más viejita. Te gusta guardar la fiesta en paz, ahora ya
no es lo tuyo interrumpir los silencios ni volver al pasado. Te gusta mirar el
atardecer sin decir ni una sola palabra, tampoco te molesta sonreír cuando
quieres, ni ponerte los audífonos cuando te dicen improperios en la calle, o si
el jugo de naranja que tomas todas las mañanas en la universidad te hará mal al
estómago. Vives el día, te sientes bien, alejas las dudas, y comienzas a leer
esa montaña de libros que alguna vez dejaste porque entraste en crisis de no sé
qué. Te sientes tranquila, los fines de semana duermes pasadas las ocho sin remordimientos,
ya no analizas, ella te psicoanaliza. Ya no importa si tu padre cree que la
novela que escribiste es puro exceso de cosas que quisiste vivir. Tú eres así, tímida,
tranquila, graciosa, y te sientes contenta con lo que ves en el espejo, te
gustas y te sonríes. Ya no tienes miedo de contarle a el sobre lo que estás
pensando escribir para tu segunda novela, quizás por qué no te juzga, no te
critica, te escucha en silencio.
Has
aprendido a que es mejor un silencio largo a decir una palabra por impulso, a
pedir disculpas solo una vez, que no es necesario insistir, a que no puedes
agradarle y gustarle a todos. Que puedes equivocarte y tratar de ser mejor
persona. A relajarte y ser despreocupada
con las cosas que no puedes manejar. Has encontrado tu estabilidad, a creer que
algunas cosas pueden ser eternas. Entiendes que es bueno hacer ejercicio al
menos dos veces por semana, que es bueno para la circulación, la mente y para
verte linda. Empiezas a ordenar tu
habitación, a no tener cosas que están demás porque puede haber gente que necesita
esas cosas más que tú. Ya no le tienes tanto miedo a hablar en público, que
solo basta con respirar tres veces y no pensar que harás cinco minutos antes de
salir a hablar. Le has dado a tu chico confianza para que te cuente lo que le
provoque, que no tenga pudor de nada, y que ante todo tus oídos también sean
amigos. Él ha aprendido a no seguir en el mismo círculo de viento en contra, sabes
leer sus gestos y su rostro, ahora ya sabes cuando está preocupado por algo o
necesita espacio. Sabes que no debes hacer reclamos insulsos, que antes de que
estalle la dinamita o que se hunda el titanic, es mejor guardar silencio
y luego conversar con tranquilidad. Te sientes orgullosa de él porque todo lo está
manejando con tranquilidad y hace ante todo su esfuerzo con naturalidad.
Estas
organizando tus responsabilidades, te has propuesto aprender a manejar y sacar
la camioneta de tu mamá a escondidas cuando tengas el brevete e ir sin rumbo
como siempre quisiste y todo antes de llegar a casa a las seis. Ya no importa si
quieres disfrazarte de loca para Halloween, y llevar pantis de colores y una
falda con rasgados, te gusta reírte de lo que a veces pasa por tu cabeza. Valoras
cada día. Intentas ser mejor cada día, no importa si te caes mañana, sabrás que
siempre harás jugo de fresas en casa, estarán las estrellas para solo mirarlas,
chocolate caliente en tu corazón, una hoja de papel y un lápiz para recordar
las cosas buenas del día, los triunfos, las celebraciones, las derrotas y la calma
que trae el día con tan solo vivir.