miércoles, 12 de noviembre de 2014

Destellos de Octubre




Es verdad,  Ernest  <<Papa>> Hemingway  me acompaño en el tren a Aguas Calientes,  con cada una de sus líneas, es como sí el estuviera ahí sin estarlo. Yo saco la novela de mi bolso, la abrazo con mis dedos, toco la textura de las páginas. Thomas Hudson también está ahí sin estarlo. Minuto 3:09 de All I need – Radiohead, suena en mi cabeza. El libro, Thomas, el tren, los asientos, las montañas, una especie de éxtasis  mirando por la ventana, la mariposa mostaza que se queda y parece que también va con nosotros. L está a mi lado, me da un beso en la mejilla, veo sus ojos color café hay algo que no sé definirlo con palabras, me basta decir que es la quietud, la luz del sol que lo abriga, el saber y no saber porque estamos ahí, los cómplices y amigos de un camino que no conocemos. Miro tranquilamente las montañas, las líneas del tren, y me es inevitable no pensar que quizás todos estamos destinados a un destino único, donde la vida nos cuestiona y hurga en nuestros sueños más profundos.
Esa es la maravilla y la maldición de perderse en los pensamientos luego despertar y encontrarnos en nuestros asientos, donde no hay nadie al frente, viendo  como uno a uno los pasajeros entran al vagón A, y por un minuto las puertas ya empiezan a cerrarse, las oigo desde lejos, el tren empieza a dar unos pequeños movimientos, como si nos hiciera bailar un vals lento y seguro, de a pocos, lento a paso lento, un hombre se sienta al frente nuestro, parece cansado del mismo recorrido, y hablando tres idiomas distintos en menos de cinco minutos, nos sonríe y luego de dar sus palabras de introducción a un grupo de turistas, se sienta pasivamente en su asiento, normalmente cuanto es lo que se demora el tren para llegar Aguas Calientes le pregunto, una hora y cuarenta y cinco minutos no más, me dice, toma su gorro, se cubre los ojos y hace la siesta.
Tomo mi cámara, hago fotos de lo que veo, siento que esa tranquilidad de llevarme a un lugar exquisitamente increíble me hará soñar y gritar en silencio que ese, mi infinito puede ser un poco más maravilloso, regalarme lo que necesito, el olvido para poder reír, dejarme llevar por la marea, dejar de pensar tanto en el verano y el adiós largo a Perú, pero cuando se quiere olvidar y no sé puede reír queda llorar en silencio, yo preferí reír con L, soñando que nuestro infinito puede ser real,  que esos árboles rebeldes que vemos en el camino podemos domesticarlos y  pueden ser parte de nosotros, y mientras nuestro tren avanza podemos dejar de tener miedo al simulacro del próximo año, él irse, yo quedarme, yo irme y el quedarse, más.

Estoy tomando una infusión de manzanilla y  veo que el camino se pone más maravilloso, el río que por lugares  es salvaje y tranquilo, casas lejanas como sin sus habitantes quisieran retirarse de toda civilización conocida de nuestro mundo moderno, gente que nos saluda y pesca en el río salvaje, una bandera flameando en lo alto, unas montañas que cada vez se ponen más grandes, los caballos que corren libres y casi riendo, el sol que se oculta y da paso a la neblina, el destino único, Thomas Hudson que me invita a pasar a su mundo, conversaciones largas e intercambio de pensamientos con L, el largo camino que pasamos, las risas, las fotos, el viaje, mi isla a la deriva que tendré pronto, quizás más pronto de lo que imagino, el beso largo y la canción que está en mi cabeza, wait, sus ojos y la estrella que está en la noche y queremos conocer, las hojas de los árboles que se mueven con el viento, el aire puro, las palabras de bienvenida, una pausa, se detiene el tren, no hace falta más en nuestra magia, pero yo sí tendría que decir algo, lo que siento, y que quizá él no sabe, los pasajeros cosmopolitas bajan, nos quedamos últimos, mi corazón late rápido, antes de bajar veo las montañas, siento el aire, los árboles en todo su esplendor, no hace falta más, pero tampoco debo callar, otra pausa más, el libro en mis manos, el sombrero verde  y mis cabellos volando, la chica de las frases, los aretes dorados que cuando chocan parecen dos campanitas, no hay que callar, soy feliz, encontremos la estrella le digo. Taylor como así la llamamos, nos espera viendo la noche, ella es única. El amor es este, juntos, unidos, pasa, yo lo abrazo y  cito a Rodrigo Fresán: como una isla en el mar. Sin más peces ni submarinos que perseguir. Y a la deriva.