sábado, 12 de abril de 2014

Te puede suceder hoy





Renato es un muchacho de diecinueve años poco convencional, aficionado al deporte de aventura, lector voraz, sencillo y apasionado por hacer dibujitos a todas horas.  Lleva puesta una camiseta negra, unos jeans azules y unas zapatillas converse azules.  Su cabello es rubio y sus ojos son tan azules que cuando sale de día necesita llevar puestos unos lentes negros. Camina lentamente por los pabellones de la universidad acomodando de vez en cuando su mochila, las muchachas mayores o menores voltean sutilmente cuando él pasa por su lado, Renato llama la atención de las chicas e inclusive de los muchachos, es oportunamente simpático, su seriedad natural es permanente cuando saluda a todos sus amigos,  se va rápido de clases, estudia lo necesario, hace lo necesario, nunca más nunca menos, es alumno promedio. Se sienta en la parte de final del salón de clases, se saca sus lentes y con una de sus manos se rasca los ojos como si recién se despertara de una larga y reparadora siesta. Hay algo en su mirada que dice más que su perfección física, algo de un mortal y simple humano, de vacío y tristeza para un muchacho de su edad. Escucha atentamente la clase del nuevo profesor de bigote y en el receso una chica de cabellos largos y de vestimenta inquietante se acerca a él pidiéndole si le puede prestar un lápiz y si le puede prestar el libro original del profesor de bigote. Renato la mira y le frunce el ceño de una manera burlona diciéndole: claro, toma aquí está, me lo das mañana. Se levanta de la carpeta y coge su mochila. Renato se va apresurado sin que nada que le importase y camina apresurado hacia la puerta. Esta exhausto emocionalmente. Renato camina apresurado y casi corriendo por la universidad, su respiración es agitada, se siente raro, le da ganas de irse a casa, solo de ir a casa, desea encontrar esa carta, volverse loco en el intento o no hacer nada, la idea de encontrar esa preciada hoja de papel se convierte en algo más que una salvación para  él. Entonces pasa, las coincidencias de la vida. Una muchacha con audífonos canta desprevenida, Renato necesita salir de la universidad, avanzan rápido, no se dan cuenta de la vuelta y de los choques permanentes que hay en esa curva donde la mayoría de gente que pasa se da codazos y se dicen sorry. Renato pasa y da un codazo tan fuerte a la muchacha desprevenida con audífonos que escucha rápidamente un: aaaaaauuuuuu que te pasa, ¿no te das cuenta que hay que ser más cuidadoso? . No se da cuenta que es Carolina, ella recoge el iPod del suelo y verifica la pantalla. Renato voltea rápido, está molesto y angustiado. Mientras él trata de ver si ella está bien, Carolina levanta el rostro para ver quién es el distraído que se cree el dueño de los pabellones de la universidad, y Renato a punto de responderle, se queda quieto y por unos segundos solo por unos segundos el rostro de esa muchacha también distraída lo ha hipnotizado, sin maquillaje, natural, desprevenida, y con algunos de sus cabellos enredados con el cierre de su bolso.  Carolina reniega y empieza a hablar sola. Suspira tirada en el suelo y cierra levemente los ojos como deseando que ese episodio no hubiera sucedido. Renato coge su mano y la ayuda a levantarse. Algo en el rostro de esa muchacha natural ha llamado su atención, siente que la conoce, que la conoce mucho incluso de antes. Renato piensa en la carta y se da cuenta que tiene al frente a Carolina, su novia de toda la vida. Carolina se queda atónita. Hay una lágrima que cae improvisada y solo se arremete a decir: Siento lo de tu papá, tengo algo que rompiste esa noche y lo tiraste al suelo. Renato lleva a Carolina a una de las bancas, se olvidan del resto de miradas curiosas a su alrededor, le dice: han pasado cuatro meses, no puedo vivir tranquilo sin saber lo que él me quería decir, son palabras y palabras vitales para saber que algo no hice mal. Carolina lo abraza y saca algo de unos de sus cuadernos, está en un sobre muy cuidado y se lo da a sus manos, mientras le dice: no te desaparezcas así, todavía hay personas que te necesitamos.  Renato tiene en sus manos la hoja más preciada, las palabras más importantes y piensa que el destino y las casualidades de la vida son tan bizarros que ya ha recuperado milagrosamente a dos cosas oportunas en su vida. Piensa que a veces los regalos de navidad no solo suceden en diciembre sino que a veces también se dan a plena luz de fines de marzo y que hay alguien más grande que él, que Carolina, que sus padres, alguien más fuerte y más sabio.  Y que simultáneamente puede contarle esta historia a una de sus amigas, una  que escribe en este pequeño espacio, para trasmitir que la vida es única y es ahora o nunca, para creer que la realidad siempre superará a la ficción, para saber que mientras menos lo esperas también hay episodios en nuestras vidas que merecen ser contados no solo con palabras sino atreves de una conversación y siempre sabiendo que alguien nos da una segunda oportunidad para sentir que esa persona que ya se ha ido de nuestras vidas nos puede regalar unas palabras más o algún episodio surrealista como el de mi buen amigo Renato.